Archivo de Febrero de 2010

¡AZNAITÍN Y MÁGINA! DE LUNA Y DE PIEDRA…

Martes, 23 de Febrero de 2010

Por Alfonso Piñero Alcón
Yo había querido ir a Mágina, subir a Mágina, caminar por Mágina, con mis compañeros, a principios de Noviembre, pero una serie de circunstancias me lo impidieron. Me quedé con la desazón y el deseo de visitar aquella sierra. En mi socorro vino mi amigo Santiago que contactó con nuestro amigo Rufino para que nos sirviera de guía. De esta forma un sábado de Noviembre, cuando no habían llegado aún las lluvias, emprendimos nuestro viaje hacia Mágina: Santiago, Pilar, Rufino y el que esto escribe.

El camino, el de siempre, autovía A-92, Estepa, Antequera, Loja y llegando a Granada hacia el norte, hacia Jaén, pero saliéndonos por una carretera bronca y depegalada, que bordea el sur de la Sierra de Mágina. ¡Ay, Mágina!, el poeta te contemplaba desde su balcón de Baeza.

Seguimos por la carretera, atravesamos Cambil, buscamos el carril que nos llevará a su entraña, pero como pasa casi siempre, nos pasamos. Volvemos sobre nuestros pasos y cogemos el carril bueno, el que nos llevará a besar sus laderas de piedra y de viento.

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Subimos con el todoterreno como poderoso corcel (que para eso están, para pisar el terreno y hacernos más liviana la labor) y después de transitar por el serpenteante carril calizo llegamos a su extremo, su fin, nada queda delante, sólo nosotros y la  pétrea montaña, Mágina, solitaria, como ermitaño perdido en el monte.

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Nos disponemos empezar a caminar por un incierto pinar que nos acompaña unos metros. Vemos allí arriba el refugio de Miramundo, bello nombre, y tomamos el camino a nuestra izquierda.

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Piedra, mucha piedra, un mar de piedras. ¿Esto es Mágina? El poeta no debió pisarla. Subimos y subimos, vemos los hitos, los carteles indicando el camino. Siempre hacia adelante. Empezamos a las doce y son ya la una. Andar y andar, esto es Mágina.

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Veo una pared de grandes piedras.

- Mirad parece un macizo de Montserrat en pequeño.

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Subimos y subimos, Pilar, Santiago, Rufino y yo, andamos y andamos, comienza el frío, que horada la cara. A nuestra izquierda queda el cerro con el repetidor. ¿Repetidor de qué? De nuestra suerte de ver estos lugares, piedra arriba y bosques abajo. El cielo de plomo, gris pero hermoso como son los cielos en las montañas.

Mágina, Mágina, cómo te quería el poeta, ensimismado en su habitación fría, mientras le esperaban sus soledades de Soria.

Llegamos al pozo de la nieve. Mi GPS mide una altura pero el cartel marca otra ¿Quién llevará la razón, la técnica o el cartel? Pero subimos y subimos, la Peña de Jaén queda a la izquierda. Bajan unos montañeros:

-¡Ya os queda poco! - nos dicen.

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Ale, que es verdad, que la hemos conquistado. Vemos el cerro y seguimos, somos los reyes, los príncipes de estos montes, alejados del sur y del oeste.De pronto aparece el monolito de la cima, y estamos al lado, queremos besar su cuerpo helado. Nos acercamos, nos hacemos la foto,

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Rufino nos advierte:

- Como hace mucho frío aquí por qué no bajamos al pozo de la nieve a comer.

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magina-7.jpgAsí vamos a hacerlo, pero tengo el gusanillo de algo más, quiero abrazar estas cimas, secas, solemnes…

-¿Vamos  a la Peña de Jaén? - sugiero.

Un compañero me dice que él no, que me esperan. Tomo el camino, ando, me interno, piso la piedra, busco las hendidura, el viento, terrible viento, frío y cruel me golpea. Mágina ¿por qué te defiendes?

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Sigo adelante, la Peña, la gigantesca peña, seccionada en tres mil trozos me espera, amenazante,¿ por qué te resistes? Por fin llego a ella, trato de trepar, pero el viento es tan fuerte que me cuesta trabajo mantener el equilibrio. ¿A qué santo y a qué seña respondéis mi señor?

No puedo más, el viento helado es tan fuerte que tengo que luchar contra él como si contra gigante fuera. He terminado mi visita, la he pisado, pero se ve que no lo gusto, no debe gustarle nadie. Me despido como un caballero, Adios Peña de Jaén, en otra ocasión más propicia nos veremos, espero no haber perdido las amistades.

Busco el camino de vuelta, exploro, quiero acortar la búsqueda, no volver por la misma zona de piedras, tan arisca, tan despiadada, pero parece que he perdido el camino, ¿qué camino?, camino de sombras, de humo, de piedras grises, horadadas. Camino y camino, voy al frente, pero, ¿voy al frente? ¿me he perdido? Me descuelgo, salto entre piedras, veo el Almadén que me vigila, ¿qué haces Almadén?, no me ayudas en mi soledad, en mi búsqueda.

Por fin veo a lo lejos la senda, bendita senda, tan pequeña y tan desdibujada, ¿por qué huyes?. Me tengo que descolgar por la pared que antes veía que se asemejaba a Montserrat. Soy liviano, no siento el cuerpo, me fundo con la pared y llego al fondo del pequeño barranco. Trepo por una ladera y llego a la senda como hilo fugaz.

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Camino hacia abajo, ¿pero dónde están mis compañeros? Doy una voz, sólo me responde el viento, tierra de vientos y de piedras, ¿y el poeta gozaba con esto? Los poetas deben estar locos. Sigo bajando, la senda continúa como río de guijarros. Me encuentro perdido, ¿hacia donde voy? Miro el GPS, veo que estoy muy abajo, a menos de 1900 metros, ¿no estaba el Pozo de las Nieves a 2100? Me he equivocado de camino, el camino es hacia arriba, saltar y saltar, la piedra es sabia, sólo hay que saber leerla, escuchar lo que dice. Me vuelvo hacia atrás, por donde estarán mis amigos, uso el silbato, grito. De pronto, aparecen Rufino, Pilar, Santiago. Están helados, han esperado en el Pozo y el aire era muy frío, como cuchillos, el cuerpo aguanta y aguanta pero es vulnerable. Les explico mi equivocación y acuerdo comerme el bocadillo mientras ellos van poco a poco hacia abajo. Mirando como se alejan repongo energías, que más energías deseo que las que me dan estas piedras. Me anima el aire, frío como el hielo, como la soledad, pero no es soledad, es el aire que me circunda, violento a rachas, me anima y me reconforta. He terminado el bocadillo me pongo de pie y emprendo el camino, entre guijarros y arbustos desteñidos. Fuerzo el paso, mis amigos no están lejos, son puntos en el espacio gris de piedra, son figuras, son personas, están cerca, cada vez más cerca, todo está lejos y cerca en Mágina, de piedra y de viento.

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Bajamos contento, bromeamos, el paisaje se va formando uno sólo, un as solo, un barco solo, un monte solo, solos estamos en este mar de piedras. Una foto, dos, millones de fotos para recordar esta bajada entre grandes peñascos y el Almadén que nos vigila, y admira. Llegamos a una zona pelada, ¿qué mano ha pasado por aquí? Sólo hay pequeñas piedras y algo de césped, y arriba el refugio de Miramundo, el mejor nombre. Desde allí nos miran, nos vigilan, nuestro ánimo después de conquistar la cumbre de piedra y de frío.

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Rufino busca el camino de vuelta y se interna en un barranco. Miro los mapas y Rufino cada vez más lejos.

-¡Rufino por ahí no es!

Pero Rufino continua atraído por algo, por los hechizos de Mágina. Se interna en el barranco, en un bosque de abetos, mágico, hechizante, repleto de sombras.

¡Rufinooooooooooo! gritamos una y otra vez, pero Rufino no aparece. No importa, Rufino huele el monte, el camino, sabe buscar la senda, son muchos años de pisar piedras y percibir el viento frío. Nosotros continuamos hacia el sur, donde debe estar el coche. El sol se va alejando hacia poniente, nos indica que el tiempo puede agotarse, pero no nos importa hemos pisado Mágina, de piedra y de viento helado.

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Por fin, tras un bosquecillo aparece el coche, allí está, esperando, con la esperanza de la vuelta.

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Nos cambiamos las botas por algo más cómodo. Entonces aparece Rufino, viene de explorar los aledaños de Mágina de conocerla aún más. Emprendemos el camino de vuelta, por la pista de tierra blanca como la nieve de esta sierra. Un cortijo parece dormido, todo está ya dormido en Mágina. Nos cruzamos con el caminante y su perro. ¡Él si que es sabio! Solo andando se vive el paisaje, pero hemos de volver lejos de aquí de la Mágina del poeta. Cuando llegamos a la carretera, Mágina parece otra, alejada, huraña, no te alejes, pero está cada vez más lejos.

Llegamos a Cambil, tomamos café, hay que tomar el camino, recorrer los lechos de los ríos, los chopos de oro, y la noche se va echando encima,mientras Mágina, la del poeta, ni  se honra  en despedirse, desaparece entre paredes de rocas. Mágina ¿dónde estás? ¿por qué tan esquiva, tan distante, tan fría?

Ya nos quedaba la fría tierra de Granada, con Sierra Nevada al fondo, con la luna helada sobre el cielo de azul ennegrecido, con el vaivén constante de luces, con el camino largo y luminoso de estrellas hasta Sevilla.

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SIERRA CRESTELLINA DE CASARES (MÁLAGA)

Viernes, 19 de Febrero de 2010

SIERRA CRESTELLINA
(CERRO DE LAS CHAPAS)
© Ateku-10
 
“Desde arriba se ve más” rezaba el parlamento ampliamente ilustrado al que tuvimos ocasión de acudir hace no mucho en Ronda impartido por conferenciante docto en alturas. Desde arriba  se ve más… y mejor. Y para comprobarlo nos vamos hoy hasta el municipio malagueño de Casares, pueblo blanco entre la costa y la sierra, para subir al Cerro de las Chapas, mayor altura de la Sierra Crestellina y otear desde arriba el panorama. El camino es largo y salimos algo más temprano que de costumbre. Una vez en Ronda tomamos la carretera hacia Algeciras. Tortuosa y panorámica nos lleva, cruzando pueblos del Valle del Genal de  sonoros nombres y pasado morisco. En Gaucín nos desviamos hacia Casares y a lo lejos ya se recorta contra el cielo la silueta de Sierra Crestellina.

 

Llegamos a Casares y aparcamos a la entrada para empezar a caminar en el cartel que indica el comienzo del sendero hacia el Refugio de Sierra Crestellina. La leyenda cuenta que fue el mismísimo Julio César, entonces pretor, el que fundó la ciudad. Andaba por estos pagos mandando las legiones en su lucha contra Pompeyo pero la sarna mermaba la fuerza y destreza de los legionarios en el manejo del pirlo y el gladio. Acamparon a orillas del río y se bañaron en unas aguas turbias de  olor intenso y desagradable. Los hoy conocidos como Baños de la Hedionda fueron los responsables de que  curaran de sus afecciones los legionarios y allí se edificaran unas termas.

Vamos comentando, mientras transitamos por la pista, el paréntesis que hace hoy la lluvia que, esperemos, nos permita terminar la ruta sin mojarnos, porque por la tarde  tendremos la enésima borrasca de este invierno lluvioso donde los haya. Dejamos a un lado la Fuente de la Arquita del siglo XVIII e incomprensiblemente seca. Cortijos y casas de nacionales y foráneos jalonan los arcenes de la pista. Puede que alguna vez, cuando la voraz constructiva se recupere seamos capaces de conseguir que el campo llegue a ser sólo un decorado.¡ Todo es ponerse!

 

Vemos ahora la sierra de perfil. Más cerca de nosotros la Sierra de Casares  y al fondo  el Cerro de las Chapas que nos atrae cual Monte del Destino en terrenos de Mordor. La pista sube continuamente hasta que llegamos al Puerto de las Viñas a unos tres kilómetros del inicio del recorrido. Dejamos atrás una barrera metálica y continuamos ahora por  un ancho sendero que transcurre entre pinos y matorral mediterráneo y luego tomamos a la derecha un senderillo apenas perceptible que avanza entre matorrales. El suelo está saturado de agua y los regueros corren por doquier.

 

Un poco más adelante llegamos a la base del pico y emprendemos  la subida propiamente dicha hasta la cumbre del cerro de las Chapas (948 m) situada en una cresta rocosa sobre la que sobrevuelan los buitres. A partir de ahora la subida, indicada por hitos, se vuelve más empinada y eso, unido a lo húmedo y resbaloso del terreno hace que llevemos más cuidado. Enfrente divisamos las inconfundibles sierras pardas y poco a poco, hito en hito, señal a señal vamos haciendo camino. El matorral va dejando paso a la caliza pelada cuando llegamos a la última cornisa rocosa que tenemos que sortear ayudándonos de las manos. Inmediatamente la estrecha cima.

 

Esperamos  a que lleguen todos para hacernos la foto de grupo y mientras tanto, desde arriba se ve más, admiramos  las vistas que llegan hasta el mar y vemos entre la bruma como  la gran roca (Jbel Tarik, lugarteniente del moro Musa que inició la invasión árabe en al mando de siete mil soldados) Hoy la montaña de Tarik, gobernada por los hijos de la Gran Bretaña, se interna en las aguas separando el Mediterráneo del Atlántico. Más allá las costas y las montañas de Marruecos donde sobresale la otra columna de Hércules (Jbel Musa).

 

A nuestra espalda el blanco caserío de Gaucín resguardado en la mole del Hacho y frente a nosotros la cresta afilada que lleva hasta la Sierra de Casares. Además del paisaje y la historia  arriba se  nota el bienestar que produce el esfuerzo y la descarga de endorfinas en la sangre y también se ve muy bien todo lo que nos queda por bajar, así que a ello que las nubes intentan rodearnos. 

Ponemos en la bajada todo el interés y cuidado posibles que el terreno está muy resbaloso y ahora además cuesta abajo que es lo que tienen todas las bajadas. Dejado atrás lo más complicado, o eso creíamos, tomamos el sendero que se dirige al refugio y allí comemos  resguardados del viento que sopla bastante frío. Luego una nueva bajada  mucho más acusada por un senderillo entre la vegetación vuelve a requerir nuestra atención para no acabar en el  

suelo. Enfrente Casares luce el blanco de sus casas que reflejan el sol cuando deja de esconderse entre las nubes. Llegados abajo del todo, ahora sí, sólo nos queda subir por la carretera hasta el pueblo.
Ha resultado una ruta de lo más entretenida: Pista, bosque, matorral, barro, subida empinada, cretas rocosas, buitres, bajadas pronunciadas, Mediterráneo, Atlántico, Europa, África, árabes, ingleses, españoles, una escocesa, valles, pueblos blancos… definitivamente desde arriba se ve más.
 
Joaquín y Rufino tuvieron la “culpa” de todo.
 
Datos de ruta:
 
Distancia aprox: 9,6 km.

Desnivel : 586 m.

            Desnivel :583 m.

            Cota mín: 441 m.

            Cota máx: 948 m.

 

LA SIERRA DE LÍJAR DESDE ALGODONALES

Lunes, 8 de Febrero de 2010

Coordinadores: Juan Merencio y Joaquín Pascual

 

Domingo 7 de febrero, la ruta de hoy nos queda más cerca que en otras ocasiones, sólo 85 km, cuando casi siempre superamos como mínimo los cien.

Desayunamos en Montellano y a las diez de la mañana ya estamos empezando el sendero en Algodonales junto a la Fuente Alta, nos hemos juntado un numeroso grupo: 42 personas y un perro. El día está bueno aunque el cielo empieza a velarse un poco por las nubes, cosa que, lejos de perjudicarnos, agradecemos, porque no hace ni pizca de frío.

Pronto empezamos a subir por la ladera de la sierra con el pueblo abajo y el telón de fondo de la Sierra del Pinar de Grazalema. Las vistas son estupendas desde el primer momento. El sendero de las Fuentes va subiendo zigzagueando para luego bajar y enlazar con el sendero de los Nacimientos que arranca desde el centro del pueblo, junto a la iglesia. Nos metemos por una cañada repoblada de pinos y seguimos subiendo ganando cada vez mejores vistas, el embalse de Zahara de la Sierra y el pueblo aparecen a nuestra espalda, también vemos a Prado del Rey.


La hilera de senderistas se hace muy larga y de vez en cuando hay que hacer una parada para reagruparnos. Después de un par de horas llegamos a las ruinas de la Casilla de las Latas, ya llevamos 450 m de desnivel. Se hacen dos grupos, uno empieza a subir por el sendero que va directo a la cumbre, mientras, algunos nos quedamos esperando al grupo de cola. Al final todos nos vamos por el sendero directo a la cumbre en vez de emplear el de vuelta (más fácil) y poco a poco vamos superando los 250 m de desnivel que nos quedan. Cuando llegamos a los 1.000 m de altura tenemos a la vista los peñones de Lagarín y las Grajas y el pueblo de El Gastor, detrás la Sierra de Montecorto y más allá la Sierra de las Nieves con algo de nieve todavía.

Los últimos 50 m de desnivel son los peores, ya que casi no hay sendero y hay unos escalones rocosos que tenemos que sortear a veces con la ayuda de las manos. A las dos menos diez nos juntamos todos en la cumbre y damos buena cuenta de los bocadillos. Hace un poco de viento, por eso nos refugiamos detrás de un murete que cerca la pista de Levante, los parapentes están hoy en la de Poniente. De todos modos las vistas son excelentes y vemos Sierra Nevada y las Sierras de Tejeda y Almijara entre otras muchas.

Nos hacemos la foto de grupo delante del vértice geodésico (1.051 m) que está casi oculto detrás de una torreta y emprendemos la bajada por la pista que viene de La Muela. Seguimos teniendo vistas ahora hacia el otro lado: la Sierra del Tablón con el techo de Sevilla, el Terril; la Sierra de Esparteros de Morón; la de San Pablo en Montellano; el Peñón de Zaframagón, etc. Así como los pueblos de Olvera, Pruna, Morón de la Frontera, Torre Alháquime, Coripe, Montellano, etc.

Después de tres kilómetros por la pista llegamos a un mirador donde hacemos otra parada y otra foto de grupo. Luego retomamos el sendero de los Nacimientos hasta la Casilla de las Latas y bajamos al pueblo por el mismo camino de la mañana, esta vez directos al casco urbano.

En el pueblo hay diáspora general, unos se quedan tomando café y pasteles, otros se van a comprar queso a Grazalema, y otros directamente a su casa.

Han sido 15 km y 700 m de desnivel, no ha estado mal el día.

                                                                                                                                         JPA