Archivo de Octubre de 2011

“PELUSEO” POR LA SIERRA DE LORA DE ESTEPA (SEVILLA)

Domingo, 9 de Octubre de 2011
El sábado 8 de octubre nos fuimos el grupo de montaña del club a “pelusear” un poco por la sierra de Lora de Estepa (Sevilla), un día antes de que empezara la temporada de caza, ya que entonces es peligroso meterse por allí, ya que es un coto.
El punto de inicio era la ermita de San Marcos, a un par de kilómetros escasos del centro urbano de Lora de Estepa, junto a la autovía (A-92).

Dejamos aparcados los coches allí mismo, y empezamos a subir sin sendero, entre matorrales y piedras, buscando la cuerda del primer peñón, el que está encima de la cueva de Peñarrubia, visible perfectamente desde la autovía.
Y ya todo sería concentrarse en donde poner las manos y los pies, porque aquello es como un gran rocódromo natural con la dificultad añadida de los arbustos.

Avanzábamos muy cerca de un tajo vertical, por lo que haabía que extremar las precauciones.

Había quien se arrimaba más y hay quien se arrimaba menos, cuestión de vértigo.

Avanzábamos lentamente, ya que, salvo unos pocos, la mayoría no estábamos acostumbrados a estos terrenos. Parecía mentira que estuviéramos tan cerca de la autovía.

Las fotos que hizo Manolo, que iba en cabeza, son espectaculares.

De vez en cuando se imponía una paradita pata tomar resuello y recrearse con las vistas: El Hacho de Lora de Estepa, la sierra de Becerrero de Estepa con sus canteras, la laguna de Fuentepiedra…

Una vez que bajamos este abrupto peñón y llegamos a un collado, era cuestión de volver la vista atrás para apreciarlo en toda su magnitud, ya que casi no habíamos hecho otra cosa que mirar donde sujetarnos y hacer alguna foto.

Ya superada esta primera difícutald, la más grande del recorrido, nos fuimos por el siguiente peñón, uno pequeño que antecede al grande de la Piedra del Águila.

También superado era hora de ir por el tercero, la Piedra del Águila, de 711 m, el más picudo de la cuerda que nos llevaría hasta el Cerro del Guichón, donde terminaría esta travesía por toda la cresta de esta pequeña sierra.

Después de otras trepadillas que nos hicieron sudar bastante, ya se iba notando el calor, llegamos arriba y nos hicimos una fotillo, aunque este no es el punto más alto de la sierra.

Desde arriba vimos nuestro objetivo final, el alomado Cerro del Guichón (748 m), mucho menos rocoso pero mucho más invadido de matorral.

Ahora tocaba bajar, encontramos una canaleta que nos facilitó el trabajo, aunque había que echar el culo a tierra en alguna ocasión. Muchos de los pantalones de los integrantes del grupo no saldrían indemnes de esta ruta.

Una vez descendida la Piedra del Águila, tuvimos que bajar un poco más para rodear unos cortados y poder subir la ladera del Cerro del Guichón. Pero al poco nos encontramos una valla cinegética.

No sería la única, poco antes de llegar a la cima nos encontramos con otra que también tuvimos que sortear. Por fin llegamos arriba del Cerro del Guichón, cuatro horas después de haber comenzado la ruta, y nos dispusimos a comernos los bocadillos, que ya había gazuza.

Era hora, también, de recrearse con las vistas, sobre todo de la cuerda de la sierra de Lora de Estepa que acabábamos de hacer trepando y destrepando.

Por desgracia estábamos rodeados de canteras, que se van comiendo poco a poco estas pequeñas sierras calizas.

Como es normal, nos hacimos la foto de grupo, y como de costumbre, Pepe es el que se encargó de ello.

El calor apretaba y teníamos que volver, así que, pasadas las dos de la tarde, emprendimos el regreso bajando por la fragosa ladera Este de la sierra, buscando una vaguada que había más abajo, donde han podido sembrar un pequeño olivar. Dos vallas tuvimos que saltar de nuevo para poder llegar hasta él.

Primero por una pista rodeada de pinos, y luego por la linde de un olivar, fuimos bordeando la sierra, esta vez en sentido inverso.

Cerca de las cuatro, con las reservas de agua ya agotadas, llegamos a la cueva de Peñarrubia, de enorme entrada pero poca profundidad, y vimos que está equipada para la escalada, hasta el arco central se puede hacer entero.

Y a las cuatro de la tarde llegamos a los coches, habían sido seis horas y media de duro pateo, donde habíamos puesto a prueba casi todos los músculos del cuerpo. Ahora tocaba ir urgentemente a la cercana Estepa para hidratarnos convenientemente.

Por cierto, yo llamo “pelusear”, cuando hacemos rutas dificultosas por terrenos escabrosos con piedras y motorrales, sin sendero, etc.

J. P. A.