LA CANOA DE PUNTA UMBRÍA Y PASEO POR LOS ENEBRALES
Viernes, 29 de Junio de 2012CRÓNICA DE PUNTA UMBRÍA-ENEBRALES (24 de junio de 2012)
Crónica de Petra Llorente Fotos de José López y Joaquín Pascual
Después de la noche más corta del año, en la que algunos durmieron escasamente, nos encontramos en Cineápolis a las 8 de la mañana.
Pasaron 40 años desde que Joaquín Pascual, siendo estudiante, realizó esta travesía en canoa de Huelva a Punta Umbría. Ahora, junto a su mujer, Charo, nos la quería mostrar en este día de S. Juan.
Preparados y distribuidos en los coches, nos dirigimos hacia Huelva, haciendo una paradita para desayunar, como marca la costumbre. Seguimos la primera parte del consejo “desayunar como un rey, comer como un burgués y cenar como un mendigo” (cada uno sabrá si cumple o no las siguientes partes…)
Llegamos a Huelva y, después de esperar un buen rato en el muelle de Levante, divisamos la esperada canoa que nos llevaría a Punta Umbría. Así se cumplía lo que Charo canturreaba : “Tres cosas tiene Huelva que no tiene Madrid, La Rábida, Punta Umbría y ver los barcos venir a las claritas del día”.
Durante el viaje, quizá, nos sentíamos un poco aventureros y ávidos observadores de todo lo que el Paraje Natural de las Marismas de Odiel nos ofrecía: la ría, la mole de sal robada al agua, la vieja y monumental vía de transporte de material de Rio Tinto, las hambrientas gaviotas, la estatua a Colón, las pequeñas islas llenas de vida imaginada, el altísimo puente Juan Carlos I, las cigüeñas okupas de las torres eléctricas, los barcos pesqueros de chirlas…
Mientras, en el barco sucedió algo inesperado: unos periodistas de El Periódico de Huelva realizaron una pequeña entrevista a nuestros coordinadores e hicieron fotos al grupo ¡Es posible que seamos famosos por un día! Quizá, mañana, al hojear el diario, alguien hablará de nosotros y nombrará al club Señal y Camino ¿quién sabe?
Llegamos a nuestro destino y, al bajar de la canoa, alguien dijo “y a disfrutar de la vida, que es muy corta”. Eso hicimos todo el día. En tierra atravesamos un pequeño paseo, donde se celebraba la “Feria Internacional de la Gamba y la Chirla” ¡claro! Los puestos estaban cerrados, pero aquello prometía… Nos dirigimos hacia la playa, donde la marea baja dejaba al descubierto una playa anchísima, húmeda y sembrada de pequeñas conchas. Que conste que los coordinadores, ya anteriormente, se habían puesto de acuerdo con el mar para que sus aguas nos permitieran pasar ampliamente. Mucha gente caminaba igual que nosotros, pero ¿por qué nos miraban tanto? ¡Ay! Amigos, es que nosotros íbamos totalmente vestidos, mochila en la espalda, bastones colgando, zapato deportivo, paraguas en mano y algún sombrero más propio de la policía canadiense que de española playera. El largo paseo por la playa fue estupendo, refrescante, salino y tentador.
Cuando ya nos cargamos de suficiente yodo, nos dirigimos hacia el Paraje natural de los Enebrales, donde las dunas juegan a ser móviles e inmóviles, donde la amarga manzanilla amarillea y los arbustos se esfuerzan por sujetar la arena huidiza. Para proteger la zona, construyeron una estrecha plataforma de madera por donde empezamos a caminar y de repente ¡ay! ¡ay! ¡uf! ¡ah, ah, ah! No era de placer, no, sino de dolor, porque un tablón, que no estaba bien sujeto, se levantó fuerte y rabioso y se ensañó con Charo y la que escribe. Gracias a los compañeros previsores, que nos dedicaron unos minutos con agua oxigenada y Traumel. Como decía mi madre “que todos los males sean como éste”.
Cuando terminamos de pasear por este ecosistema de dunas (más información al final de la crónica), nos dirigimos hacia la playa, donde nos esperaba el momento más deseado para algunos: cervecita, sardinas y baño. El agua estaba fría, pero después se agradecía su efecto refrescante y revitalizador.
Disfrute de los sentidos, buena conversación, reposo… ¡esto es el inicio de las vacaciones!
Poco a poco, el equipo se dividió en pequeños grupos y volvimos hacia el interior del pueblo, para encontrar un lugar donde comer fritos al son de unos músicos callejeros, que tocaba algún pasodoble. En ese momento tuvimos la sensación (odiada) de ser playeros domingueros. Decidimos ir hacia el muelle tranquilamente, sin dejar de sentarnos en una heladería para tomar café con hielo, helado, horchata… ¡qué vida más dura la del senderista!
Por fin llegamos al muelle de Punta Umbría para embarcarnos a las 18 horas y volver en 40 minutos a Huelva. De nuevo, la sensación de aventura, los barcos “chirleros”, el deslizamiento suave que nos mecía, la captura fotográfica de las últimas imágenes, las risas de un niño, el deseo de sombra y siesta, el reflejo del velero en el agua, el recuerdo de otras travesías, la luminosidad cambiante, el dejarse llevar…
Se terminó el viaje en barco y fuimos directos al coche, pensando que había sido una buena propuesta de Joaquín y Charo en este día de calor, porque a nosotros la brisa nos acompañó y el agua nos refrescó. Gracias a los dos y a todos los compañeros por compartir estos ratos buenos. Fin de los pareados.
ECOSISTEMAS DUNARES EN LA PLAYA DE LOS ENEBRALES
-Duna embrionaria: Tiene arenas móviles, con poca vegetación, destacando el barrón y el lirio marítimo. El tránsito de personas sobre la duna provoca una fuerte degradación de la misma.
-Duna secundaria: Con más vegetación y diversidad de especies: retama, camarina y romero. Estas especies fijan la arena y consolidan la estructura del sistema de dunas. El mayor impacto es el generado por los vehículos.
-Enebral-sabinar: Formación de gran interés ecológico por su singularidad y su escasez. Hay camaleones. Soporta daños debido a la expansión urbanística.
-Pinar: Formación tras el cordón dunar con pinos piñoneros, jaguarzo y lentisco con presencia de aves como la abubilla, la urraca, la carruca capirotada y la curruca rabilarga.