Sierra de Ortegícar (Málaga)
Viernes, 23 de Noviembre de 2012Coordinadores: Víctor Sánchez y Joaquín Pascual Crónica: Joaquín Pascual
El 10 de noviembre de 2012 hicimos con el club una travesía por esta desconocida sierra malagueña de la comarca del Guadalteba. Doce personas nos dimos cita para “pelusear” un poco aprovechando una tregua después de varios días pasados por agua.
Sobre las diez y cuarto salimos caminando del Cortijo de Los Rompedizos (Serrato) en dirección a una barranquera que nos permitió acceder al Cerro del Escribano.
Después de una semana de intensas lluvias la roca estaba húmeda y algo resbaladiza, por lo que había que poner atención donde se pisaba. Algunos empezaron a retrasarse atraídos por los esparrágos que proliferaban por todas partes.
Pronto empezamos a tener hermosas vistas, ya que el día estaba muy claro y la atmósfera muy limpia. Se veían un montón de sierras malagueñas, sevillanas y gaditanas en 360º a la redonda.
En poco tiempo llegamos arriba de los espectaculares cortados del Cerro del Escribano con los buitres sobrevolando nuestras cabezas. Era una pasada verlos tan cerca como hacían círculos para ganar altura aprovechando las corrientes ascendentes de aire.
Víctor empezó a hacer la cabra en unos riscos de vértigo, como la otra vez que vinimos, aunque esta vez no hacía tanto viento.
Hasta aquel momento, la marcha de los 12 asistentes era relajada y tranquila, disfrutando de la conversación y de las vistas. Espectacular el Monte Huma y el embalse de Guadalteba.
Desde allí teníamos a la vista el vértice geodésico de Ortegícar (963 m), y hacia él nos dirigimos sorteando las grandes rocas calizas.
Primero subimos al cerro que tiene una gran piedra en la cima a modo de mesa, desde allí teníamos enfrente la Sierra de Alcaparaín y otras muchas sierras, como la Prieta y Cabrilla de Yunquera, la de las Nieves, etc.
Ardales no era el único pueblo que veíamos, también teníamos a la vista Cañete la Real con su castillo, Teba con el suyo, Campillos, Carratraca, Cuevas del Becerro, Serrato…
Cuando llegamos al vértice geodésico corría un viento muy fresco, así que poco duramos en su cima.
Luego nos dirigimos al Cancho de la Graceja, verdadero torcal, donde vimos una gran culebra.
A continuación seguimos bajando sin sendero hacia una vaguada repoblada de pinos, entre el Cancho de la Graceja y el Cancho de Enmedio.
Sobre la una y media nos comimos el bocadillo observando las crestas del Cancho de Enmedio, a donde pensábamos subir después de reponer fuerzas.
El Cancho de Enmedio nos obligó a usar las manos y concentrar toda nuestra atención en las trepadas, algo que no habíamos hecho hasta ahora en lo que llevábamos de ruta.
El rato que estuvimos trepando por allí hizo que nos emplearamos a fondo y tuvo cierta dureza, pero fue ese tramo el que nos puso la adrenalina a tope.
La tarde iba declinando y decidimos acortar el cresteo, ya habíamos tenido bastante.
Empezamos a regresar por la parte occidental, siempre pisando roca sin apenas trazas de sendero, cuando lo había era de ganado. La Sierra de Ortegícar es una sierra muy solitaria, sólo frecuentada por las cabras.
Bajamos por la misma barranquera que por donde subimos, porque las otras dos que nos encontramos eran demasiado escarpadas, sobre todo la que estaba más al norte.
Bajando vimos en el llano el cortijo y la torre de Ortegícar, que tantos lances habrá visto en los siglos medievales, cuando esta era una tierra de frontera.
Seis horas y media después de haber comenzado dimos vista al cortijo de Los Rompedizos, al que llegamos un cuarto de hora más tarde después de haber recorrido unos 10 km muy pedergosos y hacer unos 550 m de desnivel acumulado.
Alguno que otro se entretuvo en coger una manita de espárragos que le serviría para hacer una tortilla por la noche.
En resumen, que disfrutamos de un buen día y a todos nos gustó la travesía por esta bonita sierra tan desconocida.